Estrellas que se Estrellan.

Por Alvaro Ruiz.

Cuando la gente se sienta al frente del televisor a ver una telenovela, lo que ve es una serie de actores, buen mozos la mayoría, metidos en la interpretación de un papel y siguiendo un argumento o historia que determina las pasiones del ánimo de esa misma gente hacia ellos. Lo que el espectador no ve, es la guerra de egos que se desarrolla antes del, “acción” y después del, “corte”. Los actores que no están preparados para asumir el papel de su profesión y la asumen, confunden lo que creen es, el ser estrella, con la mala educación. En otras palabras, los actores que se comportan como creen que debe comportarse una estrella, no son más que un manojo de personas mal educadas. O lo que es peor, sin educación. Y se puede ser estrella en el tabloide, pero no en el estudio y menos delante del crew de producción. En el día a día de la grabación de una telenovela los que tienen que sobrellevar las atmósferas pesadas son los del equipo de producción, más directamente, las chicas encargadas del departamento de vestuario y las de maquillaje, para quienes las anécdotas acerca de las pesadeces de las “divas” y los “divos”, son innumerables y por supuesto para los que son profesionales del oficio, no dejan de ser en cierta forma muy graciosas.

 

Por regla general, los que más hacen uso de su mala educación, son los que tienen poco talento y mucho menos un interés de ejercitar una disciplina para cultivarlo y desarrollarlo. Esconden inconscientemente la carencia de lo anteriormente anotado detrás de una actitud estúpida, tratando a sus compañeros con desdén o con aires de tirano y muchas veces, por no dase cuenta del alcance de sus actos, causan el despido de algún  miembro del equipo de producción.

 

He conocido verdaderos genios y maestros extraordinarios de las artes escénicas y de la música, y me he dado cuenta que entre más genialidad, más humildes son. Nuestras estrellas dejan mucho qué desear. Son al revés, entre menos genialidad y talento, más arrogantes, encumbrados y soberbios son. Trabajé en Miami con una de nuestras estrellas que brilla siempre por la ridiculez. Era el protagonista de la telenovela. Su ego era o es tan grande que no cabía por la puerta “sur” del estudio y hacía cosas como esta: su papel era el de un campesino ignorante cuyo cuerpazo es poseído por el alma del consabido millonario que muere antes de vengarse de todos. Al final de la novela el cuerpazo empezaba a volver a su estado original. El alma del millonario después de la venganza, abandonaba el cuerpo del campesino ignorante y para tal efecto, el actor ídem, dio la “orden” de que no le hablara ni se le acercara absolutamente nadie porque iba a estar en papel. Lo que quiere decir, que tenía que masticar internamente la transición de su personaje de hombre culto y millonario a lo que ya saben. Llegó al estudio en la mañana, se bajó de su Porche Carrera arrastrando la pierna derecha, con las manos torcidas, haciendo una serie de muecas con la boca y la nariz y mascullando las líneas del libreto. Todos quedamos estupefactos, aguantando la carcajada. Pensamos que iba a llegar montado en un burro, lo cual hubiese ayudado de gran manera a la transición psicológica de su personaje. A las 6 de la tarde continuaba en su rutina de transición actoral, pero creo que maldiciendo la hora en que se le ocurrió implementar “el” ejercicio escénico. No tuvo más remedio que seguir así hasta el final del día para no quedar en ridículo consigo mismo. Eso queridos amigos, es lo que el espectador no ve en la televisión.

  1. No trackbacks yet.

Leave a comment